Desolación, muerte y torpe arrogancia
Y así fue, llegué a las 9 y 30 de la mañana, después de haber pasado todo el viernes en la carretera yendo primero a Ica, pensando que el panorama no sería tan desolador… pero sólo en Cañete la realidad me devolvía a lo terrible que resultó el terremoto del miércoles 15… la gelatina en que se convirtió del edificio en el que estaba el día del sismo, era nada comparado con la carretera abierta que me recibía, con las casas derruídas que lloraban su pesar, con las caras de la gente abandonada en la calle, en la plena calle, que reclamaba por un poco de comida, un abrigo…un vaso de agua.
El viernes, la noche me recibía en Ica, con un panorama entre doloroso y religioso, un Señor de Luren (que es el señor de los Milagros de allá), estaba en la calle recibiendo las loas de una población que requería en ese rato, un milagro, una gota de fe, para sentir que lo vivido era un sueño, una fea pesadilla que nadie quería pasar… que sus casas a la mañana siguiente serían las mismas y que sus familiares que hoy no están, sólo habían dado un paseo para retornar pronto…
La madrugada del sábado, la pasé entre disparos, gritos y más réplicas, más temblores producto de la maldita energía del terremoto que no pasaba… llamadas de saludo por mi cumpleaños me alegraban por segundos la noche… pero luego, la oscuridad, la inquietud… y un nuevo temblor… la mañana llegó… me largo a Pisco.
Una hora después llego a Pisco, me recibe una caravana de gente llevando a sus muertos a un cementerio derruido, gente velando a sus niños en la puerta de sus casas, hogares destruidos y desintegrados física y personalmente…
Después de dar vueltas con el auto, me parece estar viendo una de esas películas fantasiosas sobre el fin del mundo, o imágenes de Irak luego de un bombardeo, pero no, estoy en mi Perú, en mi sufrido país y en un lugar en donde hace menos de un año estuve disfrutando… hoy me queda sufrir, pero no tengo tiempo para eso, mi trabajo debe empezar, dejo de lado mis penas, mi sufrimiento y empiezo a narrar en el teléfono lo que estoy viendo…
Es increíble ver la plaza de armas destrozada, el restaurante donde hace un año estuve desayunando, hoy no existe… el boulevard, donde los artesanos vendían sus recuerdos, sus lobos marinos hechos de arcilla, no está más… la iglesia, hoy a esta hora, la está derribando (o por lo menos sus restos) maquinaria pesada… y seguro debajo de sus escombros aún hay más gente…
El gobierno… bien sentado en la base aérea, declarando para los medios… Alan nuevamente es el rey, que sólo pisó Pisco para que los medios de comunicación lo vean, después se olvidó de todo…empezó a ser el Alan de siempre, el pedante, el arrogante, el adánico… el mesías…
Empezó el primer día, dijo que no había muertos, ni daños… hijo!!!! Eso era en Lima, todos estábamos bien, ¿cómo siendo el presidente de la República vas a soltar una información así, a sólo dos horas del sismo? ¿Cómo se te ocurre decir “no tengo comunicación, la línea telefónica colapsó”? no tienes red de emergencia?? Qué clase de presidente eres? Y después en Pisco ninguneas a las autoridades, quieres ser el Salvador de los iqueños y no te das cuenta que concentrando todo, con tus medios de comunicación que te hacen la comparsa, generas mayor desconcierto… por eso la población salía a las calles, por eso le caían a los camiones, por eso corría bala y sólo atinas a decir, tú y tus seguidores “son rumores… es parte del colapso sicológico de la gente que está asustada”.
Y ahí tus medios… te siguen haciendo la compañía y nosotros que decimos lo que está ocurriendo, somos traidores, alarmistas, mezquinos… Alan me doblas la edad y no has aprendido nada…
Retorno a Lima, con la idea que no hice mucho, que algo falta por hacer con esos compatriotas… y me da mucha pena… sin embargo el abrazo de los míos, su cariño, me reconforta… pero no borra ninguna de esas imágenes que vi, mientras el sábado 18 de agosto “celebraba” mis 29 años de vida.